Si nuestro dentista nos ha recomendado enjuagarnos con un colutorio que lleve clorhexidina o cepillarnos con una pasta que contenga este principio, es porque tenemos algún tipo de problema bucodental.
Por lo general, la clorhexidina se utiliza para el tratamiento de la gingivitis o la periodontitis, ya que se trata de un antiséptico que previene cualquier infección y ayuda a eliminar las bacterias que se alojen en nuestra boca.
El tratamiento con clorhexidina suele durar de una semana a quince días y se aplica con la cantidad prescrita por el odontólogo. Este enjuague no debe rebajarse con agua, ya que está preparado en la proporción adecuada.
La clorhexidina tiene principalmente dos acciones en función de la concentración a la que se use:
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Antiplaca: Se forma un depósito de clorhexidina de disolución lenta en todas las superficies dentales, lo que le convierte en antiplaca.
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Antibacteriana: Detiene el crecimiento de los microorganismos a bajas concentraciones y destruye bacterias en concentraciones altas.
La clorhexidina sólo podemos utilizarla con prescripción médica, ya que presenta ciertas desventajas si la usamos de forma continuada, podrían aparecernos manchas o tinciones oscuras en los dientes y la lengua.